Translate

viernes, 26 de julio de 2013

Por Santiago

Hoy no voy a hablar de libros. Ni de literatura. Ni de escritores.
No me apetece hacerlo.
Hoy quiero sumarme al dolor y al sentimiento de pérdida que afecta a las familias de las víctimas del terrible accidente ferroviario de Santiago.
Según los últimos datos arrojados por los medios son ya 80 las personas fallecidas en el siniestro, mientras otras noventa y cuatro continúan repartidas por algunos hospitales con diversos pronósticos; treinta y tres de ellos en estado crítico.
Y contando...
¿Sabéis una cosa? Me emociona comprobar nuevamente cómo la gente, el pueblo de este país tan castigado últimamente por causas de índole muy diferente a las del accidente está sabiendo reaccionar.
Mejor o peor, aún quedan cosas buenas en las personas, me digo, mientras trato de hacerme una idea, horrorizado, del inmenso dolor que se esconde tras esas frías cifras.
Me chocan, no obstante, algunas cosas. Todos somos humanos, es cierto, pero veo que empiezan a hacer declaraciones al respecto algunas personas y entidades que, en otras circunstancias, no han tenido el menor miramiento a la hora de despojar a muchos de sus bienes, de sus casas, de su propia vida... los mismos que, sin ninguna clase de escrúpulos, han desahuciado a familias enteras acogiéndose al sempiterno poder del sucio dinero.
No sé... me resulta paradójico y más doloroso aún.
Pero ahora mismo el cuerpo no me pide más; no me apetece continuar hablando... ni siquiera escribiendo.
Hoy es un día triste. 
 


martes, 9 de julio de 2013

Volver...

Han transcurrido casi siete meses; siete meses desde la última entrada, allá por diciembre del año pasado. No está mal; desde entonces ha llovido mucho.
 
Durante este tiempo el que suscribe ha estado sumido literalmente "hasta las trancas" en una febril carrera contra reloj con un solo objetivo: finalizar la nueva novela que tenía entre manos y que, al fin, pudo ser remitida felizmente a su destinatario.
 
Por el momento, supongo, debe estar esperando su turno de lectura entre un número indeterminado de obras que concurren al mismo premio, del que por el momento prefiero no dar el nombre. ¿Recordáis aquella entrevista que me hizo la periodista Irene Angel, en la que este escritor ingenuo decía que no creía en los concursos literarios? Pues bien; como si el destino hubiese querido que me tragase mis propias palabras... he acabado aterrizando en uno de ellos. Cosas de la vida, supongo.
 
Entretanto este blog, tan descuidado durante los últimos meses, ha cumplido su primer año de vida y... ¡oh, sorpresa!, el registro de visitas se ha duplicado durante mi ausencia. Supongo que eso es bueno. Tiene que serlo.
 
Quiero agradecer especialmente a Carlos Molina, ese gran compañero de pluma que gracias a las redes sociales y las nuevas tecnologías pude conocer hace también cosa de un año, su tesón y voluntad al continuar, casi a diario, publicitando mi Morada de los Ángeles a través de Twitter. Muchísimas gracias, amigo mío; no creo que yo hubiese tenido tanta paciencia.
 
También quiero agradecer vuestro interés a todos los que os habéis ido asomando por esta página que, a juzgar por las visitas, ha sido bastante a menudo. Espero ir reencontrando poco a poco las viejas amistades y, ¿por qué no?, añadir a mi lista nuevos amigos y compañeros de las letras que, en este tiempo que nos ha tocado vivir por suerte o por desgracia, ayudan con sus relatos a hacer más llevadera la vida. Desde aquí mi reconocimiento hacia todos ellos.
 
En fin; después de tanto tiempo, este escritor anda algo perdido con esto de las redes sociales. Espero poder ponerme al día nuevamente, en tanto mi mente y mi propia alma pugnan por encontrar una nueva historia digna de contar. Un abrazo a todos y... ahí queda eso.