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sábado, 9 de junio de 2012

De la mano de Scarpetta

Supongo que, como se puede adivinar al echar un vistazo a las entradas de este blog, os habréis dado cuenta de que me apasionan las historias de los escritores que, de alguna manera, han triunfado en la literatura.
El caso que hoy os propongo es, para mí, todo un clásico de perseverancia y buen hacer. Y es que su historia siempre me ha fascinado particularmente, hasta el punto de tomarla, en muchas ocasiones, como un referente. Sobre todo teniendo en cuenta que en 1990, cuando tras ser rechazadas sus novelas una y otra vez por distintas editoriales, Patricia D. Cornwell estuvo a punto de tirar la toalla y abandonar su sueño de ser escritora. Recordemos que, por aquel entonces, los escritores no disponíamos de herramientas tan potentes como, por ejemplo, la posibilidad de publicar completamente gratis y sin coste alguno en megaportales como Amazon. ¿Alguien quiere tomarse ahora la molestia de buscar en dicho portal los productos de Patricia Cornwell? Yo lo hice hace muy poco... y un poco más y me caigo de la silla.

Pero entonces, y volviendo a nuestra hstoria, ocurrió el milagro: una editorial le compró el manuscrito de su novela Post Mortem por 6.000 dólares. A partir de aquel instante, miles de lectores amantes del género pudimos seguir las aventuras de la Doctora Kay Scarpetta, médico forense y principal protagonista de los libros de Cornwell. Se iniciaba así la andadura profesional de una escritora que, en mi opinión, ha sabido hacerse a la perfección con un lugar en el vasto nicho -¡qué poco me gusta esa palabreja!- de mercado editorial perteneciente a la novela negra y, específicamente, a la Criminología. Sobre todo si pensamos que lo ha hecho antes de la aparición en TV de series tan populares como CSI, por ejemplo.

Claro que, desde entonces, ha llovido mucho. Hasta hace muy poco se le calculaba a la Cornwell una fortuna de unos 100 millones de dólares...

Ahora bien; ¿a qué se debe ese éxito? Creo que la respuesta en este caso resulta evidente, sin obviar, por supuesto, que la autora no se hizo millonaria de la noche a la mañana; hubo momentos tremendamente difíciles, y sería tremendamente injusto y a la vez simplón no tenerlos en cuenta.

Pero Patricia D. Cornwell documenta sus novelas; y -en mi opinión- lo hace bien. Asiste periódicamente a autopsias, patea las calles a bordo de un vehículo policial, se interesa por las armas que utilizan sus personajes, hasta el punto de llegar a probarlas ella misma en una galería de tiro, habla constantemente con abogados, médicos, investigadores, policías, jueces... y lo hace con su sempiterno bloc de notas y su pluma a cuestas. ¿Quién da más? Creo que llega a elevar la fase de documentación e investigación de sus libros a la categoría de Arte -por supuesto, es sólo mi opinión-.
Como veréis, me encantan las obras de Cornwell.

Sin embargo, como escritor, suelo ver detalles en sus textos bastante más allá de lo que me dictan literalmente las letras que conforman sus libros; Patricia Cornwell se ha convertido, para mí, en una auténtica apasionada de su trabajo; le encanta lo que hace, la absorbe por completo el tema sobre el que escribe, y trabaja sus obras de tal manera que ha llegado a impregnarlas con un volumen, una textura y una dimensión tan especial y particular que, cuando se lee, sabe a Scarpetta.

Tan apetecible, a mi gusto, como un buen café.

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