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viernes, 20 de julio de 2012

Pasión por Verne

Supongo que todos tenemos un autor o, al menos, una novela que leemos y releemos hasta la saciedad. En mi caso, esa tenencia me viene dada por Julio Verne al que ya, desde muy niño, empecé a leer con admiración. Primero en cómic -desde aquella entrañable colección que se llamaba Joyas Literarias-; después llegaron los libros y, con ellos, mi auténtica pasión por un autor que con justicia ha sido considerado como el padre de la Ciencia Ficción, amén de Herbert George Wells.
Pero, ¿qué hacía que sus obras, aun siendo quiméricas, tuviesen tanto éxito? En mi opinión, no me cabe duda: la documentación sobre la que basaba sus escritos. Y es que Verne era un amante incondicional de la Ciencia; completaba y combinaba magistralmente la historia argumental de sus escritos con cientos de datos reales extraídos directamente de sus archivos. En efecto, era aficionado a coleccionar cuantos datos e información cienífica y tecnológica de los últimos avances de la época caían en sus manos, almacenándolos cuidadosa y meticulosamente en fichas que, a continuación, archivaba. Gracias a aquella bendita costumbre, casi enfermiza, logró confeccionar más de 20.000 de aquellas fichas.

Hay quien opina que sus obras vienen envueltas en un misterioso halo premonitorio pues, argumentan, previó con muchos años de anticipación los viajes espaciales, la televisión o el submarino, entre muchas más cosas. Yo más bien creo que era poseedor de una increíble capacidad de anticipación lógica, en base a los últimos avances de la época que el escritor seguía con auténtica fruición de modo casi minimalista. Para gustos colores. Lo cierto es que, de alguna manera, supo ver las cosas mucho más allá de su contexto, como demuestra sobradamente en su obra París en el siglo XX, y que vio la luz por vez primera en el no demasiado lejano año 1994.

A lo que iba; como podéis imaginar una de mis obras preferidas es 20.000 leguas de viaje submariono; es prácticamente de las más conocidas del autor y posiblemente, también, una de las más llevadas al cine. Este verano la he vuelto a desempolvar, casi de forma espontánea, y me he sumergido en sus frías aguas -quizá por aquello de que este maldito calor veraniego invita a la imaginación a refrescarse-. La tengo aún muy recinte en la memoria. Pero debo admitir que este año me he sumergido en ella desde otro prisma, desde otra perspectiva, sin duda influenciado por la crisis y unos gobernantes que no acaban de convencer a nadie. Y a estas alturas me he dado cuenta de lo que a primera vista podría resultar obvio, pero yo jamás había contemplado con estos ojos que Dios me ha dado.
20.000 leguas de viaje submarino se dio a conocer, por vez primera, en el Magasin d'Éducation et de Récréation, de Pierre-Jules Hetzel, editor y también escritor francés gracias al cual Julio Verne publicó sus Viajes extraordinarios, de los cuales forma parte mi obra favorita. Pero Verne tuvo problemas con Hetzel que, en un principio, se negaba a publicar las aventuras y desventuras de Nemo y su tripulación a bordo del incombustible Nautilus. En efecto, el editor pensaba que el mundo, en su continuo e ininterrumpido devenir, evolucionaría gracias al progreso y la ética y, ante todo, sin violencia. Me permito recordar que desde entonces hemos sufrido los rigores de dos Guerras Mundiales, por mencionar tan sólo los conflictos más importantes.

Sí; Julio Verne se veía a sí mismo reflejado en su propio personaje. Por eso se negó a cambiar absolutamente nada del contenido del libro.

Y yo, cavilando tras la lectura y extrapolando a nuestros días el rollazo que os acabo de meter, me quedé extasiado mirando la cubierta y pensé:

¿Quién fue Nemo, sino un indignado más?

Ahí queda eso...

2 comentarios:

  1. En lo personal, me gusta más Los quinientos millones de la Begun. Una historia adaptada por Julio Berne de dos ciudades enfrentadas por la tecnología. Crítica social, condicionamiento utópico y la eterna rivalidad de una sociedad, nada mejor para aderezar la vida.

    PD. Nemo significa nadie. El capitán Nemo en realidad no es ningún hombre, y por ende son todos. Allí reside el poder de la crítica de 20 mil leguas.

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  2. Muchas gracias Carlos; debo reconocer que no lo he leído. Tomo nota para un futuro. Sin embargo, a la edad que yo "descubrí" a Verne me sentía mucho más atraído por obras más populares y, quizá, mucho menos complejas que la que me comentas -bien analizada, desde luego, 20000 leguas de viaje submarino también da para rato...

    Y sí; Nadie es Nemo. Nemo es Nadie. Nemo son todos... pero el personaje, en sí, continúa dándome la misma impresión: un indignado que sí actuó.

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