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viernes, 10 de enero de 2014

Una mirada retrospectiva

Hoy he recibido la llamada telefónica de una amiga, Mony, que me ha dado qué pensar. Después de un rato de charla algo se ha disparado en el interior de mi cerebro; Mony ha encendido una mecha oculta que yo era incapaz de ver.
En un momento determinado de la conversación, me ha soltado a bocajarro algo así como "...estás logrando un montón de cosas..." Sí; ha sido como un bombazo en mi interior, pues uno anda tan atareado con el día a día que en ocasiones olvida los pequeños -y no tan pequeños- regalos de la Vida. Esto, de hecho, me ha obligado a detenerme unos instantes y reflexionar.
No sé si os pasa, pero un servidor siempre tiene la angustiosa sensación de que el tiempo se ha detenido, de que permanecemos estancados en algún apeadero de la vida del cual somos incapaces de escapar. Pero esto no es así.
¿Dónde estaba yo hace un año? ¿En qué lugar del camino me encontraba...?
"...has hecho muchas pequeñas cosas...", continuaba hablándome Mony desde el otro lado del teléfono. "Tantas, que empiezan a sumar algo grande..."
He de confesar que a esas alturas ya me estaba mordiendo las uñas de los pies, de puro nervio...
"Pue no... no las acabo de ver...", me repetía para mis adentros mientras mi amiga continuaba hablando.
Pero sí; lo veo. Mony me ha hecho comprender que son precisamente esos pequeños logros los que dibujan nuestro futuro, los que esculpen el modelo de lo que queremos llegar a ser y, sobre todo, los que hacen que nuestro presente sea llevadero e interesante. Y es que a uno le cuesta un poco captar esos pequeños matices de la existencia... pero, cuando al fin aparecen ante mi vista, me doy cuenta de que mi amiga tiene toda la razón del mundo.
Poco a poco, lentamente, nuestros objetivos se van cumpliendo, pero nos detenemos con muy poca frecuencia a echar un vistazo hacia atrás, a retroceder en el tiempo unos días, unas semanas, unos meses. Y olvidamos. Y tenemos la impresión de continuar sumidos en la oscuridad del túnel... pero eso no es cierto. Al menos en mi caso.
Avanzo, aunque no sea totalmente consciente de ello, sumido en una sociedad en la que prima la competencia y la competitividad; en la que tanto tienes, tanto vales, y en la que, por desgracia, si no tienes nada no vales una mierda.
Hoy me he dado cuenta de que tengo mucho... y también mucho que agradecer. Al fin y al cabo, el año que acaba de dejarnos, por muy mucho que acabe en trece, no ha sido tan malo. Ni en lo personal, ni en lo familiar ni, por supuesto, en lo profesional.

Algunas cosas no se ven, no son palpables... pero están ahí. Se sienten, se experimentan, se presienten... Otras, en cambio, conforman esos matices sólidos, físicos y tangibles que nos hacen darnos cuenta -incluso a los más negados, como es mi caso- de que estamos recorriendo el camino... y que lo hacemos con la dignidad del guerrero; en ese sentido, tengo que reconocer que me siento como un niño con zapatos nuevos cuando contemplo esto:


...o esto:


...o tal vez esto:



Sí; son tres de mis cuatro novelas publicadas, al fin, en papel.
Lo profesional, además, me ha dejado otros regalos durante el año.
He conocido gente, he ampliado mis círculos, he ganado amigos...
Quedé finalista en el IV Premio de Narrativa Corta Josep Soler i Palet, y los diez trabajos seleccionados -entre los cuales se encuentra el mío- serán publicados también en un libro físico para el próximo Sant Jordi, así como expuestos en la página del Ayuntamiento de Terrassa. Cuando sea publicado, dedicaré un post a eso...
Y también han surgido ideas; Estoy trabajando en un ambicioso proyecto de divulgación e investigación que, lentamente, voy desgranando... entre otras cosas.
Así que por último, y después de este breve período de reflexión, acaba uno preguntándose... ¿dónde me llevarán los mil próximos logros?
No lo sé; lo desconozco. Pero tengo una certeza: voy a continuar disfrutándolos día a día; de verdad. Conscientemente. Y los voy a celebrar porque, no sé quien dijo esto, pero tenía toda la razón del mundo: "Cada triunfo se merece un juguete".

...Y ahí queda eso...