Sí, amigos. Las Crónicas de Elan Croser vuelve a estar de promoción en Amazon durante hoy y mañana. No obstante, creo que este es uno de los aspectos que menos encajan en mi hasta ahora romántica visión de los hechos en la vida de un escritor independiente. Supongo que se trata de algo que los que nos dedicamos a esto debemos asumir prácticamente sin rechistar... entre otras muchas tareas añadidas.
Y este domingo -el día 17 de junio- también. Y será la última por el momento así que, si os interesa... ya sabéis donde encontrarlo.
Entretanto os dejo algo de sinpsis para ir haciendo boca:
Los
dioses siempre habían estado presentes en todas las civilizaciones; y la Tierra
Conocida no era ninguna excepción. Todos los mitos y las leyendasancestrales
transmitidas oralmente de generación en generación daban fe de ello.
Normalmente, cuando alguien dudaba de tales relatos, el escéptico veía
derrumbarse su incredulidad cuando advertía, grabados en las rocas, los detalles
de extrañas y a veces incomprensibles figuras pétreas que atestiguaban su
existencia. Entonces, las gentes recapacitaban
y, con un poco de suerte, los volvían a tener presentes en sus plegarias
durante un tiempo.
En
una época en la que todavía no existían las fronteras ni las naciones, los
ejércitos, como tales, no tenían aún una razón para existir. Los hombres, justo
ante las puertas de lo que sería, con el beneplácito de los dioses, una
avanzada y floreciente civilización, vivían en clanes familiares que, como
mucho, se veían notablemente incrementados en número cuando, ocasionalmente, dos
o tres de dichos clanes se unían estableciéndose en pequeños pueblos o aldeas,
normalmente guiados por Hombres Sabios que dominaban las artes de la Magia y
los Ungüentos; también se encargaban, a menudo, de confeccionar los mapas del
territorio que, obviamente, no eran demasiado precisos. Se dudaba, incluso, del
hecho de que más allá del territorio demarcado por dichos mapas hubiese algo
más.
Las Artes de la Forja habían avanzado considerablemente y, con la entrada en escena del acero, los hombres habían logrado confeccionar armas de una solidez y resistencia extraordinarias, muy superiores al cobre e incluso al hierro y desconocidas hasta entonces. A caballo de tales avances, preocupados y motivados al mismo tiempo por algunas noticias y rumores que llegaban ocasionalmente, los Hombres Sabios empezaron a discernir el peligro, una amenaza confusa y no definida que, proveniente de más allá de los límites impuestos por los mapas que tanto trabajo les costaba confeccionar, intuían cada vez más cercana. Era preciso, pues, desarrollar los elementos necesarios para que sus aldeas y poblados se convirtiesen en auténticas fortalezas, lugares seguros, bastiones pétreos e inexpugnables que les garantizasen la supervivencia ante cualquier ataque inesperado provocado por un feroz y despiadado enemigo. Iniciaron su primera toma de contacto con lo que ellos mismos denominaron máquinas, generalmente destinadas a la guerra e, incluso, acariciaron el viejo sueño de volar… También fueron conscientes de las inestimables ventajas que supondría el envío de auténticas expediciones de Guerreros destinadas a explorar los confines del mundo; un mundo que, sin saberlo, estaba a punto de experimentar un profundo cambio movido por la creciente industria de la guerra.
Según los mitos, los mismos dioses que depositaron la vida en aquella tierra virgen y plagada de recursos regresarían algún día y volverían a caminar entre los mortales; pero nadie tenía en cuenta aquella parte de la leyenda. Según la misma tradición, cuando lo hicieran, sería para establecerse definitivamente allí; todos se preguntaban cómo sería la convivencia con aquellos seres superiores. Sin embargo, lo que no aclaraba la ancestral tradición era que los dioses estuviesen dispuestos a compartir aquellas tierras con los seres inferiores que ahora las poblaban, y que, ingenuamente, se creían dueños y señores de ellas…
Las Artes de la Forja habían avanzado considerablemente y, con la entrada en escena del acero, los hombres habían logrado confeccionar armas de una solidez y resistencia extraordinarias, muy superiores al cobre e incluso al hierro y desconocidas hasta entonces. A caballo de tales avances, preocupados y motivados al mismo tiempo por algunas noticias y rumores que llegaban ocasionalmente, los Hombres Sabios empezaron a discernir el peligro, una amenaza confusa y no definida que, proveniente de más allá de los límites impuestos por los mapas que tanto trabajo les costaba confeccionar, intuían cada vez más cercana. Era preciso, pues, desarrollar los elementos necesarios para que sus aldeas y poblados se convirtiesen en auténticas fortalezas, lugares seguros, bastiones pétreos e inexpugnables que les garantizasen la supervivencia ante cualquier ataque inesperado provocado por un feroz y despiadado enemigo. Iniciaron su primera toma de contacto con lo que ellos mismos denominaron máquinas, generalmente destinadas a la guerra e, incluso, acariciaron el viejo sueño de volar… También fueron conscientes de las inestimables ventajas que supondría el envío de auténticas expediciones de Guerreros destinadas a explorar los confines del mundo; un mundo que, sin saberlo, estaba a punto de experimentar un profundo cambio movido por la creciente industria de la guerra.
Según los mitos, los mismos dioses que depositaron la vida en aquella tierra virgen y plagada de recursos regresarían algún día y volverían a caminar entre los mortales; pero nadie tenía en cuenta aquella parte de la leyenda. Según la misma tradición, cuando lo hicieran, sería para establecerse definitivamente allí; todos se preguntaban cómo sería la convivencia con aquellos seres superiores. Sin embargo, lo que no aclaraba la ancestral tradición era que los dioses estuviesen dispuestos a compartir aquellas tierras con los seres inferiores que ahora las poblaban, y que, ingenuamente, se creían dueños y señores de ellas…
Podéis dejar vuestros comentarios y puntuación en la página del libro, en Amazon.
Hasta pronto y... ¡¡¡buenos libros!!!
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