Continuando
con la serie de entradas que versan sobre mi método de trabajo, hoy os hablaré
de la fase de documentación e investigación.
Ésta
es la etapa que mayor fascinación ejerce sobre mí a la hora de trabajar; y
constituye, asimismo, una de las más importantes si pretendemos dar
credibilidad a nuestro texto, independientemente del género literario al que nos
dediquemos.
Una de
las razones por las que abogo y hago tanto hincapié sobre este tema es la
necesidad que siento de proporcionar a mis relatos una base de conocimiento
inspirada en datos reales. Normalmente mis novelas contienen –casi siempre- ese
ingrediente misterioso, ese detalle que escapa a la realidad de lo comprensible
que, sin rayar en lo paranormal -¡qué poco me gusta esa palabreja!- proporciona
esa dimensión inexplicable que elude magistralmente todos nuestros intentos de
comprensión y racionalización de los problemas que planteo en mis historias. De hecho, creo
haber encontrado ya, por fin, el género y el estilo en los que me encuentro
cómodo a la hora de trabajar.
Sin embargo,
y continuando al hilo de lo que decía, creo que es precisamente la constante aportación
de datos reales –ya sean de cariz científico, histórico, sociológico, cultural,
tecnológico… - los que me ayudan a que la historia, a pesar de ser ficticia, adquiera
visos de realidad llegando a confundirse, en ocasiones, con la esencia de lo
cotidiano, de ese día a día que tan normal nos parece. Ésa es, precisamente, la
técnica que empleé cuando trabajaba en La
Morada de los Ángeles, la que empecé a esbozar cuando escribí La Hora Nona o el drama de Sant Jordi y es precisamente la que estoy desarrollando y
tratando de cultivar más aún en la actualidad mientras me encuentro enzarzado
en plena etapa de documentación de mi próximo proyecto.
Las fuentes: recuerdo que hace unos
cuantos años, antes de que naciera Santa
Wikipedia Mártir -¡je, je, je… ¡- la visita a bibliotecas y hemerotecas era
prácticamente ineludible. Claro está, si uno no deseaba conformarse con la
clásica enciclopedia de toda la vida eternamente expuesta en la estantería de
casa de sus padres. Pero mucho cuidado con esto; en la actualidad, yo aún
continúo trabajando la mayor parte del tiempo en las bibliotecas. Allí encuentro
prácticamente todo lo que necesito; libros, revistas de multitud de temáticas,
documentales, hemeroteca… y, por supuesto, internet, puesto que aún me
encuentro entre los pocos “privilegiados” que no hemos permitido el acceso de
estas nuevas tecnologías, tan adictivas en ocasiones, a la intimidad del hogar.
Cuando
necesito adquirir conocimientos sobre un tema específico suelo, en primera
instancia, acudir a la red. En ella se encuentra prácticamente todo lo que uno
pretenda encontrar; sin embargo, la información obtenida de este modo no
siempre resulta fiable. Siempre recomiendo la necesidad –sí, necesidad- de contrastar la información
obtenida de este modo.
Así,
lo que suelo hacer es recopilar información de distintos autores –a poder ser
autoridades en la materia- para, acto seguido y tras su detenida lectura,
cotejar dicha información. Y… aparecen las sorpresas. ¡Os sorprenderíais al
comprobar la falta de consenso que puede existir acerca de un mismo tema! De todo
ello, intento quedarme con lo esencial y procedo a hacerme una composición
bastante definida de lo que estoy buscando. Y así sucesivamente en todos los
casos que se me puedan plantear al trabajar en una obra.
Para
temas especializados, no obstante, suelo recurrir a los libros –sí, a los
libros de toda la vida-, que son los que mayores garantías continúan
ofreciéndome hoy por hoy.
Éste
es un método laborioso y muy entretenido pero, por contrapartida, muy
interesante si te gusta la investigación. Y desde luego, a mí no sólo me gusta,
sino que además me llena.
Por
último, reseñar que tampoco está ausente en mis acciones al respecto el trabajo
de campo… o sea que me calzo el cuaderno de notas, la grabadora y la cámara de
fotos y me voy a hablar con quien haga falta. ¡Los resultados de ésta forma de
proceder se revelan, cuando menos, sorprendentes!
En
fin; ya conocéis otra faceta más de mi particular proceso de creación
literaria. Supongo que, salvo detalles, no difiere demasiado de lo que
cualquier otro escritor pueda hacer.
En la próxima entrada continuaré hablando de otro asunto que considero de vital importancia: los personajes. Entretanto,
e intentando soportar esta brutal e incompasiva oleada de calor, os dejo con un
auténtico regalo que he recibido también hace muy pocos días. Aquí tenéis el
enlace:
http://bibliofilayosoy.blogspot.com.es/2012/08/publicacion-de-la-morada-de-los-angeles.html
Un
abrazo a todos y… ¡buenos libros!
Comparto contigo que la investigación es la sal y pimienta del proceso de escritura. Los mejores recuerdos que converso de los 7 años que trabajé en mi novela fue todo lo que aprendí para darle pilares ciertos a una historia ficticia.
ResponderEliminarEs muy bueno que gente del oficio cuente estas cosas para que los que se largan a escribir sepan que meter la nariz en los libros o santa Wiki es parte del camino adecuado
Muchas gracias, E de K. Me alegra saber que otros compañeros comparten lo mismo conmigo. Por cierto, ¡7 años! Supongo que detrás de tanto tiempo se esconde un trabajo de proporciones monumentales.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y bienvenido a mi blog.
Hola Jordi, qué buena metodología de trabajo, con la que estoy totalmente de acuerdo, es el escudriñar, el investigar y extraer cuanta información sea posible, lo que hace que nuestros escritos sean creíbles, hacer lo contrario nos convertiría en escritores...de disparates. Excelente. Yo para la novela costumbrista en la que estoy trabajando actualmente, me he terminado convirtiendo en un peligro para los habitantes y oriundos del pueblo donde se desarrolla la historia, ya que mis orejas parecen tener vida propia(sin exagerar jeje), escuchando cualquier anécdota, experiencia o relato que mis inocentes y cautos interlocutores dejan escapar sin saber que yo estoy ahí sonriente, asintiendo y tomando atenta nota de lo que se habla. Así somos, como escribí alguna vez: cazadores de historias.
ResponderEliminarEn efecto, Diana. Una buena documentación le confiere a nuestra historia el volumen y la dimensión necesarios para hacerla creíble. Cuando investigas y aparecen en tus escritos anécdotas reales, personajes y hechos históricos o datos científicamente comprobados el lector experimenta la sensación de estar leyendo algo que, a pesar de ser ficticio -la historia en sí- se entremezcla con la realidad de tal manera que, en ocasiones, cuesta separarlo de ella.
ResponderEliminarSí; así somos, y en eso nos hemos convertido... en cazadores de historias.
Un abrazo muy fuerte, y me alegra leerte de nuevo amiga.
Osea que por aquí tenemos otro autor dispuesto a regalarnos bellas historias??
ResponderEliminarPues por aquí me quedo a ver que encuentro...
Estamos en contacto.
Besos
Lupa
Bienvenida a Hecho de Tinta, Lupa. Es un placer tener un nuevo miembro en el blog; espero que te guste, y puedes participar siempre que lo desees.
ResponderEliminarUn abrazo y... ¡nos leemos!